2 nov 2009

Los globos de agua de la burbuja inmobiliaria

 Durante los años previos a la crisis se  ha ido doctrinando al pueblo de la posible explosión de la burbuja inmobiliaria, y no sin razón, pues veíamos como las viviendas desde los noventa se habían convertido en moneda de cambio de nuestra vida, ahorrábamos para comprar una, y observábamos que el precio por ella pagado se había sextuplicado cuando nuestro vecino la vendía.



 Estábamos orgullosos de nuestra inversión, por fin éramos unos expertos hombres de negocio.


 Visto el mercado inmobiliario, no nos importaba adquirir otra, bien en la playa o en nueestro pueblo, al fin y al cabo cada euro invertido iba a ser ampliamente aumentado si necesitáramos deshacernos de ella.


 Y ahí estaban nuestros amigos los banqueros para prestarnos lo que nos hiciera falta, y sin problemas, nos íbamos al notario y ya está.


  1.  ¡Qué negocio más fácil! nada de compra de acciones, nada de inversiones en bonos, ¿para qué? Nosotros no entendemos de eso, pero de viviendas, a eso no hay quien nos gane.


Y así se fue engordando esa famosa burbuja, ya que acudíamos en tropel a los pisos piloto, a las inmobiliarias de un amigo, incluso nuestro compañero de fatigas dinerarias, nuestro director de la sucursal de toda la vida, nos informaba del chollo de última hora.


Comprábamos sobre plano, sobre el mismo anuncio de periódico, lo importante era invertir en ladrillos, al fin y al cabo el dinero en el banco ya se encargaron los verdaderos profesionales de la inversión en avisarnos de la falta de rendimiento monetario en cualquier otro sitio comparado con la hucha del ladrillo.


Y ahí íbamos todos. Comprábamos a 1.000, luego pagaríamos 1.800 a 20 años, pero daba igual. Si lo queríamos vender nos pagarían en menos de dos años 2.500, ¡ Eso es saber invertir!


¿Quién ganaba en todo esto? Pues parece ser que varios de los personajes participantes tenían buenas ventajas dinerarias, sigamos el orden de operatoria, por un lado los promotores, que conseguían grandes beneficios en menos de un año, que era mas o menos el período de construcción, por supuesto la constructora y la industria de la construcción con sus beneficios directos en la venta de productos que llegaban a alcanzar el triple del precio del coste, había demasiada demanda. Por otro lado ganaban dinero limpio los corredores inmobiliarios, se limitaban a mantener una buena bolsa de pisos en venta que se los quitaban de las manos. Y como no, los banqueros, que movían grandes cantidades de su capital en préstamos hipotecarios y en operaciones interbancarias de documentos de pagos (cheques, pagarés, letras etc.). Comisiones de usura que cobraban por operaciones dinerarias a todos los elementos intervinientes en la construcción de la burbuja.


Pero al inicio y al final de todo este proceso nos encontramos con unos elementos que pasaron desapercibidos para los últimos clientes, que no son otros que los propietarios de los terrenos donde se construían las viviendas. ¿Quiénes eran estos? Pues la mayor parte de las ocasiones eran los ayuntamientos, que en las ciudades y pueblos habían encontrado el chollo del siglo.


Estos elegidos del pueblo, eran capaces de convertir terrenos baldíos propiedad del municipio en dinero suficiente para poner la localidad patas arriba en obras que daban el aspecto de tener el mejor alcalde de la vida; proyectaban y hacían parques y jardines como el que montan los árabes ricos en sus palacios, sin faltarle detalle, zonas de ocio e incluso auditorios que a veces tenía más foro que número de habitantes censados. En fin una locura de excesiva demostración dineraria, al final había que mantener el voto que les seguiría reportando dinero.


Pero si esto fuera sólo así, nada más que le estaríamos reprochando la falta de ahorro de ese dinero extra para futuras inversiones más necesarias. No, y es que olvidamos que los que hacían estas ventas de terreno, los planes de urbanismo y las adjudicaciones y permisos para la construcción, no eran otros que nuestros políticos chapuceros,  que encontraron la forma fácil de hacer dinero, y ya que habían encontrado oro -sin pensar que la veta se agotaría-, decidieron manejarla a su antojo.
 ¿Cómo? Pues para empezar, decidían que algún amigo suyo, testaferro o no, adquiriría el terreno agrícola  al precio de 1, que ellos más adelante en un consejo de gobierno de ediles iban a proclamar como terreno inmobiliario. En medio de esta trama estaba el promotor de turno, amigo o no, con bigote o sin él, incluso algunas sociedades de este tipo la formaban esposas o anteriores compas de partido, y este iba a ser el adjudicatario de la venta de este terreno, que iba a comprar por 10. Los beneficios se repartían con equidad, de los 9 se entregaban 2 al edil listillo, 3 al partido, y 4 para la sociedad, pues al fin y al cabo se mojaban.


Llegaba el verdadero constructor que hacía de aquel terreno baldío un estupendo escaparate de productos del ladrillo, para que nosotros empezáramos a creernos los auténticos ganadores del sistema.
 Ya sabéis lo que costó 9 se convirtió en 50 al año.


Yse cerraba el ciclo. En medio ese banco o caja de ahorro que nunca pierde, se peleaba por participar y a cambio de la concesión de ser el aportador del capital se olvidaba o condonaba algún préstamo electoral del partido reinante. Todo un éxito del edil actuante, le supondría un salto en el escalafón del partido.


 Estos participantes del negocio inmobiliario que mezclaron la política con las comisiones personales y de sus partidos, los mismos que luego pusieron el grito en el cielo cuando avisaban de que iba a explotar la burbuja, nos estuvieron lanzando globos de agua y no nos enterábamos.


Ahora algunos jueces empiezan a investigar -aunque no creo que se alcance ni el uno por ciento- los globos de agua de esta burbuja. Intervienen al ser informados desde diferentes formaciones políticas de lo que ha hecho el otro o el de más allá. Pero será imposible que averigüen la verdad, las pruebas se han ido cuando ha explotado el globo. Y los propios partidos reinantes se encargarán de salir airosos de estas explosiones líquidas y gaseosas, y de camino también saldrá airoso, como se ha demostrado a lo largo de la historia moderna, la banca, que siempre gana, como en los juegos de azar.


Ahora nuestros queridos políticos pretenden cambiar el régimen de las administraciones locales, ahora quieren cerrar el grifo para llenar estos globos, sabemos que no tiene agua, pero ellos nos venderán una vez más su inocencia, y su sacrificio en pos de nuestra joven democracia.


De hecho nuestro indestructible y populista Pepe Blanco ha asegurado que la democracia no impide el que haya casos de corrupción aunque si favorece el que la justicia pueda llevarlos a la cárcel.


Pues Sr. Blanco espero que la democracia futura sí impida que los políticos chapuceros y los políticos listillos y chorizos dejen de engordar las arcas personales y del partido político al que pertenecen.
 Investigue en su partido y verá como la democracia sí ha servido para darles tanto poder que se han convertido muchos de los suyos y del resto de partidos en auténticos bandoleros y no precisamente de la serranía, si no del urbanismo.


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